Fig. 1. Mapa del territorio vacceo (CEVFW/UVa)

Tal y como advertíamos recientemente en un trabajo sobre la Artesanía Vaccea (ver Desperta Ferro Arqueología e Historia N.º 55) en los yacimientos vacceos, apenas se han recuperado testimonios directos de metalistería, lo cual no significa que esta no se encontrara entre sus actividades. La abundante presencia de objetos broncíneos, férricos y de otros metales nobles, así como la marcada personalidad de algunos de ellos ―tales como puñales, o determinadas fíbulas y joyas―, parecen apuntar en esa dirección.

Cabe recordar que según los cronistas griegos, Diodoro de Sicilia, siguiendo a Posidonio, los vacceos eran el más culto de los pueblos vecinos de los celtíberos. Sus ciudades estado u oppida se extendían por un vasto territorio, ocupando buena parte de la actual Castilla y León (fig. 1). Su organización social comprendía la presencia de especialistas, entre los que cabe destacar, en este trabajo, a los broncistas.

Los predecesores de los vacceos, organizados en pequeñas comunidades de la llamada cultura soteña, ya dominaban el procesado del bronce, a tenor de los hallazgos relacionados con esta actividad en yacimientos vallisoletanos como Valoria la Buena o el propio Soto de Medinilla, entre otros. Nos referimos a la presencia de crisoles de fundición u hornos-vasija y moldes, estos últimos en diversas estaciones. Sin embargo, en la I Edad del Hierro, el uso y disfrute de los objetos de adorno personal no debía de resultar habitual, si atendemos al escaso registro documentado hasta el momento. Aunque en este sentido cabe ser prudentes pues el Hierro I meseteño se caracteriza por la ausencia de necrópolis, ámbito en el que se suelen localizar este tipo de objetos en forma de ajuares personales. Sea como fuere, la situación percibida desde mediados del Primer Milenio a.C. resulta diferente, a raíz de la introducción de una serie de innovaciones. En esta coyuntura resulta decisivo el control de la metalurgia del hierro en la nueva configuración económica y social del incipiente mundo vacceo. Durante este periodo, la II Edad del Hierro, este metal se aplicó en la fabricación de armamento y de útiles de la vida cotidiana, mientras que la metalistería broncínea, relegada a la producción de objetos de aseo y ornamentación personal, experimentó un auténtico boom.

En efecto, la fibularia vaccea muestra una amplia variedad tipológica con diferencias claras entre las distintas estaciones, si bien en este sentido cabe advertir la pobreza de la mayor parte de los registros, unas veces porque son sitios apenas excavados con metodología arqueológica y en la mayor parte de las ocasiones porque han padecido diversos episodios nocivos. Las deficiencias más graves en la investigación vaccea comienzan tempranamente, al tiempo que se produce el descubrimiento y la destrucción de muchos de estos yacimientos. La crisis económica que asoló el mundo rural en el último cuarto del siglo XIX impulsó la llamada “minería de huesos”. Las gentes se echaron al campo en la búsqueda desesperada de restos óseos para venderlos a la industria que los procesaba para abonar los cultivos. En el desarrollo de esta práctica afloraron gran cantidad de objetos que formaban parte de los ajuares funerarios que acompañaban a los restos cremados de los muertos y que eran conocidos como “hueso seco”. Los bienes metálicos de tipología diversa corrieron mejor suerte que los objetos cerámicos, pasando a engrosar sendas colecciones de particulares, algunas de ellas conservadas hoy en distintos depósitos y museos. Pero el daño ya estaba hecho; la destrucción y el extravío de muchas piezas y de sus contextos, e incluso de sus referencias geográficas básicas, representan una gran pérdida para avanzar en su conocimiento.

Por todo ello la colección recuperada en Pintia resulta de gran valor, en primer lugar, por lo nutrido de su conjunto, formado por más de tres centenares y medio de piezas, además, afortunadamente, algunos ejemplares se han hallado en conjuntos tumbales, mejor o peor conservados, por lo que (excepcionalmente) disfrutan de contexto preciso. Finalmente, aunque la mayor parte de los hallazgos no se han documentado en sus posiciones originales (por la remoción causada por el laboreo agrícola o por acciones expoliadoras), al menos, conocemos su ámbito deposicional. La necrópolis de Las Ruedas ha proporcionado el 94 % de esta colección y ello pese al continuado y sistemático saqueo de la que fue objeto en la década de los setenta con algún episodio más en los noventa del siglo pasado. A ello cabe sumar los hechos acaecidos en momentos previos descritos anteriormente, sin olvidar el daño infringido por la agricultura que aún hoy se sigue practicando. Dicho lo cual, resulta admirable el volumen de piezas que se han conseguido recuperar, lo que pone de manifiesto la gran riqueza material que debió de caracterizar a la sociedad pintiana, sino en su conjunto, al menos, a un determinado grupo social.

Fig. 2. Miembros de AHMat (Facultad de Ciencias y CEVFW, de la UVa) tomando muestras con espectrómetro portátil de FRX y medidas en el Museo de Burgos.

Pero qué duda cabe que, en el estado actual de la investigación arqueológica, los estudios tipológicos y contextuales, requieren ser complementados por otro tipo de análisis relacionados con los procesos tecnológicos. En esta idea se ha desarrollado el proyecto financiado por la Fundación Palarq, Análisis de fíbulas broncíneas del territorio vacceo, mediante fluorescencia portátil de rayos X, con especial atención a la colección de Pintia (Padilla de Duero/Peñafiel. Valladolid), y su comparativa con hallazgos de otras comunidades prerromanas, un ambicioso estudio llevado a cabo por el Grupo de Investigación de la Universidad de Valladolid, AHMAT (Estudio, Preservación y Recuperación del Patrimonio Arqueológico, Histórico y Medioambiental), del que somos parte. En él se han analizado un total de 127 fíbulas de distintas etnias, sobre todo vacceas ―de Pintia, Coca, Roa de Duero o Paredes de Nava― y de zonas aledañas al Duero medio ocupadas por autrigones, arévacos o vetones. La selección de la muestra se llevó a cabo atendiendo a su diversidad tipológica, pero con paralelos en los distintos territorios, y a otros intereses como su excepcionalidad, su contexto, así como su cronología. Los análisis han sido realizados por personal investigador especializado del Departamento de Física de la Materia Condensada, del Grupo AHMAT, con espectrómetro portátil de fluorescencia de rayos X (fig. 2). Entre la ingente cantidad de datos obtenidos aún por procesar se han podido extraer algunas informaciones preliminares que resultan de interés.

Como no podía ser de otro modo, nos hallamos ante bronces ternarios, es decir, compuestos por una base de cobre (Cu), estaño (Sn) y plomo (Pb), amén de otros elementos minoritarios (se consideran así cuando están presentes en una cantidad igual o inferior al 1 %). El plomo se incluía porque facilitaba la fusión de los otros dos componentes y una colada más adaptable al molde permitiendo obtener objetos de mayor complejidad. No obstante, este elemento es difícil de cuantificar porque tiende a segregarse en el metal.

Sin embargo, antes de realizar ningún tipo de valoración hay que tener en cuenta que la mayor parte de los bronces arqueológicos presentan una capa verdosa o pátina que se crea por la acción de la humedad. Esta circunstancia sobredimensiona los valores de determinados elementos como el estaño (Sn), el arsénico (As), el antimonio (Sb) o el plomo (Pb), al tiempo que reduce la presencia de otros como el Cu. Por ello, lo adecuado es muestrear zonas limpias o pulidas, y en la misma fíbula otras alteradas por la pátina para contrastar los valores arrojados. No todas las fíbulas muestreadas han podido ser analizadas bajo estos parámetros, pero sí un número importante de ellas. Se trata de piezas que ya presentaban áreas pulidas por antiguos análisis y otros ejemplares muy fragmentados en los que se han pulido pequeñas zonas.

Gracias a ello sabemos que algunos ejemplares muestran una presencia minoritaria de estaño, tanto es así que ciertos casos no alcanzan ni el 1 %. Este aspecto no deja de ser llamativo ya que lo habitual en cualquier aleación broncínea de la antigüedad es encontrar entre el 6 y el 12 %. Esta bajísima proporción de Sn se aprecia en fíbulas pintianas de variada tipología y de diferentes cronologías; por poner varios ejemplos (fig. 3): en una fíbula de longo travessão sem espira (FLTSE), una fíbula figurativa con puente de cabeza de lobo y ojitos de calcita, y otra con esquema en omega (esta con aguja repuesta de hueso). Estas piezas proceden de áreas diferentes del yacimiento: barrio de alfareros, necrópolis y ciudad, respectivamente, y su intervalo cronológico también es amplio, de entre los siglos II a. C. al I d. C. El primer caso mencionado, la FLTSE, es particularmente extraño pues se ajusta a un modelo asociado al mundo galaico que pensamos pudo llegar a Pintia como un bien importado. Sin embargo, el hecho de que arroje porcentajes tan bajos de estaño (0,8 %) nos lleva a dudar sobre su lugar de fabricación, pues en teoría el noroeste peninsular es un territorio rico en casiterita de donde se obtiene el estaño.

Fíbulas

Fíbulas halladas en la Zona Arqueológica de Pintia. Esquema elaborado por el Grupo de Investigación AHMat.

En este sentido cabe tener en consideración que la acumulación de chatarras, de naturaleza broncínea, destinadas a ser refundidas fue una práctica habitual en el mundo prerromano. La reutilización del bronce conlleva el descenso de los niveles de estaño y arsénico. Esta forma de proceder cobraría todo el sentido en un territorio carente de minerales metalíferos como es el Duero medio.

Hay otras piezas que denotan distintas coladas en las partes que las componen, tal es el caso de una fíbula anular hispánica, de tipo 19 o de cabecera remachada procedente de Paredes de Nava (fig. 4). Este ejemplar se asimila con un peculiar y esquivo modelo que consideramos originario del mundo vacceo. La mayor parte de las piezas que estructuran a esta fíbula ―puente, anillo e incluso las espiras decorativas― carecen de estaño, mientras que la aguja libre (y, por tanto, independiente del resto) presenta niveles de este elemento de entre el 5-6 %, y no poca plata, un 3,4 % por lo que esta pieza pudo pertenecer a otra fíbula y estar siendo aquí reutilizada.

Otro caso se observa en una fíbula pintiana de pie alzado de torrecilla (fig. 4), si bien la totalidad de las muestras tomadas fueron sobre la pieza sin pulir. Resulta de interés porque formaba parte de la tumba 201, la cual está bien datada en el siglo II a.C. Sabemos que su puente-pie turriforme se compone del 51 % de cobre, del 25 % de estaño y del 21 % de plomo, mientras que el resorte (muelle+aguja), de nuestro tipo gigante IIb o de doble bucle, está compuesto por Cu al 75-78 %, Sn al 19-22 % y Pb al 2-2,5 %. Como se puede observar los valores (todos ellos tomados con la pátina) difieren. El muelle presenta un 25 % más de cobre, los niveles de estaño son similares mientras que el plomo apenas aparece en este último. En esta ocasión, parece lógico que el cuerpo de la fíbula requiera mayor cantidad de plomo, para mejorar su solidificación y adaptación al molde, mientras que el resorte requiere de mayor elasticidad proporcionada por una mayor proporción de cobre.

Fíbulas

Muestra de fíbulas de diversa procedencia y tipología. Fuente: Luis Pascual (CEVFW/UVa; fíbula caballito: Almagro y Torres, 1999: 137, n.º 84)

Otras piezas también parecen contar con composiciones bien ajustadas en sus distintas partes, tal es el caso de una de las piezas señeras del mundo vacceo: La expresiva fíbula de caballito con verraco, de Pallantia (actual Palenzuela) (fig. 4) presenta unas proporciones de estaño en su puente equino de entre el 4-5 %, mientras que las anillitas que incluye a modo de crines y de cola, arrojan niveles muy superiores, de en torno al 20 % (¿se produjeron estas en otro lugar y fueron adquiridas de forma individual para tal cometido?).

En fin, existen una buena cantidad de ejemplares cuyos resultados deben ser procesados y valorados debidamente, de forma individual y en comparación con otros. A buen seguro, su estudio pormenorizado nos llevará a nuevas e interesantes conclusiones. Pretendemos seguir contrastando, desde las diversas perspectivas planteadas (tipológica, contextual y compositiva) la ingente cantidad de datos obtenidos para continuar avanzando en el conocimiento de las gentes que habitaron la Hispania céltica.

Bibliografía

  • ALMAGRO-GORBEA, M. y TORRES ORTIZ, M. (1999): Las fíbulas de jinete y de caballito. Aproximación a las élites ecuestres y su expansión en la Hispania Céltica. Zaragoza: Institución Fernando El Católico.
  • COMENDADOR REY, B., FIGUEIREDO, E., FONTE, J., y MEUNIER, E. (2014): “La primera minería y metalurgia del estaño en la península ibérica: aportaciones al estado de la cuestión”. Actas del XV Congreso Internacional sobre patrimonio geológico y minero, Sep. 2014, Cáceres, Francia. ⟨hal-01998768⟩.
  • MATESANZ GASCÓN, R. (2021): “En los orígenes de la arqueología vaccea: el impacto de la «minería de huesos»”. Vaccea Anuario, 14, pp. 59-78.
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  • PEREIRA, J., CHAPA BRUNET, T., MONTERO RUIZ, I., ROVIRA LLORENS, S., CHARRO LOBATO, C., RODERO RIAZA, A. y CABRERA DÍEZ, A. (2023). “Las fíbulas de caballito y jinete “tipo Castellares”: Un símbolo compartido por los jefes de caballería de los pueblos prerromanos de la meseta”. Trabajos de Prehistoria, 80 (1): e07. DOI: https://doi.org/10.3989/tp.2023.12322
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  • RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ, E. y SANZ MÍNGUEZ, C. (2022): “Fíbulas anulares hispánicas vacceas a través del registro de Pintia: la tecnología de cabecera remachada y su pervivencia”. Vaccea Anuario, 15, pp. 43-70.
  • SANZ MÍNGUEZ, C. (1992): “Fíbulas anulares hispánicas con cabeza de puente remachada”. Boletín Asociación Española Amigos de la Arqueológica, 32, pp. 39-42.
  • SANZ MÍNGUEZ, C. y ESCUDERO NAVARRO, Z. (1994): “Nuevos datos sobre las fíbulas de Longo travessão sem espira. La aportación de la submeseta Norte peninsular”. Boletín del Seminario de Arte y Arqueología, LX, pp. 153-170.

Fundación Palarq

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